España y las lenguas
Teresa Barro
La postura de
España frente a las lenguas, las propias y las extranjeras, suele ser
contradictoria e incoherente. Surge de una ideología político-religiosa que
aunó la lengua al dominio imperial y a la imposición de una religión (¨hablar
cristiano¨) y es también resultado de la mala formación intelectual de siglos.
La creencia de
que ¨todos debiéramos hablar lo mismo¨ es profunda y llevó a que se quisiera
imponer el castellano en toda la península ibérica y a que se aspirase en el
fondo a que todo el mundo lo hablase y no hubiese que aprender ningún otro
idioma. Pero también llevó a creer que hay que tener el idioma más fuerte del
mundo en cada momento, por lo que se copió todo del francés cuando se creía que
era el idioma del presente y del futuro y ahora se quiere copiar todo del
inglés y se descuida y maltrata el español.
Puede verse lo
mala que es la enseñanza intelectual en España en cómo se enseñan y no se
aprenden los idiomas. Todo el mundo está desesperado por saber inglés, ese
idioma que ¨ahora hace falta para todo¨, pero no se aprende a ningún nivel, ni
primario ni secundario ni universitario.
Puede obtenerse el título de Filología Inglesa sin ser capaz de leer un
libro o un artículo en inglés, aunque se haya aprendido de memoria cuántas
vocales tiene el idioma y algunas reglas gramaticales. Hay un optimismo
desaforado en cuanto que se cree que pasar una temporada en un país de lengua
inglesa garantiza hablar como un nativo, y un pesimismo de fondo en cuanto que
se está dispuesto a ir toda la vida a clase de inglés aunque no se aprenda.
Lo que suele
aprenderse en la clase de inglés es, como en cualquier otra materia, ¨teoría¨,
que no es más que una serie de datos, en general inútiles, que hay que
memorizar. En un idioma extranjero no se enseña el sonido, la música o la
entonación, y se pronuncia a la española, lo cual, aun si se supiese mejor de
lo que se sabe, lo haría incomprensible a los oídos de quienes hablan ese
idioma. El idioma extranjero se ¨convierte¨ al español, con una aspiración
inconsciente a dominarlo y tratarlo como una colonia. En el fondo se tiene la
esperanza de poder hablar inglés en español. Hay la falta de respeto por la
materia, la falta de curiosidad intelectual y la falta de interés por lo diferente
que caracteriza a la enseñanza que se imparte en España desde que la
Inquisición la convirtió en un medio de amputar las facultades intelectuales
para debilitarlas.
No se admite que
para aprender algo hay que hacer siempre un intento activo y por cuenta propia.
La actitud de pasividad lleva a creer que los idiomas se ¨pegan¨, pero los
idiomas no se pegan, sino que se aprenden, y cada cual tiene que buscar sus
propios métodos para hacerlo, porque lo que funciona para uno puede que no
funcione para otro. Es como si para aprender a tocar el piano se fuese a clase
a tomar apuntes de ¨teoría¨ y se memorizase cuántas teclas tiene y la historia
del instrumento, pero no se escuchase nunca ni se hiciesen los ejercicios
necesarios para aprender a tocarlo.
Diciembre de 2013
Elites y deferencia
Teresa Barro
Las elites manejaron
el mundo a su antojo y en su provecho, no sólo porque tenían poder y riqueza
para hacerlo, sino porque los de ¨abajo¨ siempre sintieron deferencia hacia los
de ¨arriba¨, los consideraron superiores y soñaron con ser como ellos. El modo
en que se manejaron las religiones ayudó a insertar la sumisión y adoración al
superior en la sociedad humana. Las
elites estuvieron siempre divinizadas e idolatradas, y eso hizo que no
perdiesen nunca el poder y se lo repartiesen entre ellas.
En este momento se
ve con claridad que la política, la religión, la cultura, la enseñanza y la
economía y el bienestar general de las naciones están en manos de las elites, y
que esas elites lo que quieren es que haya pobreza, desesperación y falta de
oportunidades para que todo tenga que depender de ellas. Se supone que el
capitalismo crea riqueza, pero en el manejo de la economía de estas últimas
décadas no hubo el mínimo intento de
crear prosperidad, sino de acabar con la poca que había para que las elites
pudiesen dominarlo todo sin que nadie se opusiera. Hubo muy pocos
emprendedores, aunque en teoría eso sería lo que tendría que fomentar el
capitalismo: lo que hubo fueron especuladores y jugadores con el dinero de los
demás, dedicados a embolsarse ellos y embolsar para sus amos enormes sumas de
dinero que ninguno merecía.
Pero lo que sostuvo en gran parte ese sistema fue
la deferencia al ¨superior¨ que se consiguió con una propaganda encaminada a
hacer ver que los que ganaban enormes salarios los merecían porque sin ellos la
economía se hundiría, cuando fueron ellos los que la hundieron. Si se despidiese a todos los que reciben esos
salarios, en vez de despedir a los que trabajan de verdad, se descubriría que
las cosas funcionarían mejor. Fue todo teatro de las elites para darse
importancia y despertar deferencia en los ¨inferiores¨.
Las elites
organizarán siempre mal la sociedad porque no quieren que funcione bien para
todos, sino sólo para ellas. Quieren que haya que pasar hambre y frío, que haya
sobrante de población y que no haya trabajo ni buena enseñanza y cultura para
seguir imponiéndose y actuando en provecho propio, y que todo el mundo tenga
miedo y se comporte con deferencia hacia ellas. Por eso habría que salirse del
sistema que las favorece y partir de unos principios básicos que reconozcan el
derecho indiscutible de cada persona que venga al mundo a cubrir las
necesidades básicas del cuerpo y del espíritu.
Diciembre de 2013